Fuego mío de incontables llamaradas,
Que iluminas en las noches de hastío
Y que luchas palmo a palmo contra el frío
De la indiferencia que en silencio se propaga.
Agua que bañas de plata la morada
De este espíritu que a veces calla a gritos,
Lleva a puerto mis mensajes aun no escritos
De botellas que en mi costa hay encalladas.
Aire que llegas como brisa de mañana,
Alientos, voces, aromas, alma pura,
Vuélvete huracán y a esta amargura
Consúmela hasta que no quede nada.
Tierra que eres nosotros, ruegas, lloras,
Recuérdanos que del barro hemos venido
Y acúnanos, Madre, en tu suelo nido,
Guíanos a salir de nuestras caracolas.
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