domingo, 1 de marzo de 2009

Final de función

Tu golpe fue certero. Limpio y profundo.
La nueva abertura contra natura gritó su ardor en la carne del pecho. En una cinta rojo carmesí se iban en caravana las imágenes de tiempos pasados, como un rollo de un film cayendo hacia la nada sin final, descubriendo fotograma tras fotograma. O mejor dicho, yendo hacia el final. No habrá tiempo para ver los créditos tras el FIN.
Los labios apretados, y detrás los dientes mas apretados aún, en un vano intento por no dejar escapar los últimos vestigios de aliento.
Mis ojos te buscaron, te interrogaron sabiendo ya todas las respuestas.
El telón estaba al caer, y bien sabíamos los secretos tras bambalinas.
Siempre mantuviste a salvo los trapos y sus suciedades.
La extraña calma de tu rostro contrastaba con la tensión y densidad del ambiente. Tus ojos construían y sostenían esa calma. Había liberación en tus pupilas.
La espalda apoyada en el bajo de la cocina se tensaba en un espasmo interminable, ayudando a un cuello que luchaba agónico por mantener la vertical de la cabeza, ligeramente ladeada.
El resto, carne trémula, casi inerte, las fuerzas concentradas en la columna habían ya mermado en las extremidades. Allí, casi inmóvil, no podía hacer nada por detener a este novel volcán, que seguía manando su tibia lava.
Patético espectáculo del que eras espectadora y parte a la vez. Habías jugado a tempo tu gran escena.
Te debe haber hecho gracia verme así, tan vulnerable. Como un chiquillo regañado mirando firme al rincón. Pero no miraba al rincón, te miraba a vos.
Tu cara inmutable no pudo disimular la casi imperceptible mueca sarcástica de tu boca en que convertiste tu gozo profundo.
No había pena en tu geografía. Imaginé el chasquido de tu lengua paladeando el dulce sabor de la venganza. No, venganza no, más bien alivio.
Te conozco bien. Creo que te conozco bien. Aunque debo reconocer que en este acto me has sorprendido. Te subestimé. Otra vez. Mil veces.
Tarde era ya para repetir escenas, lamentos y arrepentimientos, estudiados al detalle, calculados matemáticamente, como aquel diestro ajedrecista que fui, siempre adelantando los movimientos. Mi última carta ya la había echado. Y había perdido.
Mea culpa, no te juzgo, hasta debería confesar que te entiendo. Y desde esta singular perspectiva hasta te agradezco. Hay algo de liberación también en mí.
Ya no hay lugar para charlas de niñez, y padres que ni te digo, y no lo puedo evitar, y es mas fuerte que yo, y mira lo que me haces hacer, y no volverá a pasar, y te lo juro. Te lo juré. Mil veces.
Seguí luchando por retener mis fuerzas, focalizándose ellas ahora por mantener abiertos los parpados, por retener en mis retinas tu silueta a contraluz en el marco de la puerta.
Siempre te quise. Tal vez no me lo creas. Las maneras son muchas veces incomprensibles.
Inexorablemente la metamorfosis tenía lugar, convirtiéndome en un bote naufragando en el Mar Rojo, el más dulce y rojo de los mares.
Cierra por favor las ventanas, que está haciendo frío.
La llama se está apagando, cierra las ventanas que crece el viento.
¿Te dije que te entendía? No, no estoy enojado. Ya se que a estas alturas da igual.
Al final tu boca se abrió, dijiste tu última línea, hasta nunca dijiste. Final de función.
Y con el último esfuerzo te vi volar con tus negras alas maletas.

(c)2009.

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